4.2.06

APRENDIENDO DE LAS OSTRAS


APRENDIENDO DE LAS OSTRAS...

Las perlas son producto del dolor, son el resultado de la entrada de una sustancia extraña o indeseable al interior de una ostra, como un parásito o un grano de arena.
En la parte interna de la concha se encuentra una sustancia lustrosa llamada nácar. Cuando un grano de arena penetra, las cédulas del nácar comienzan a trabajar y cubren el grano de arena con capas y capas de esa sustancia, para proteger el cuerpo indefenso de la ostra. Una ostra que nunca fue “herida” de modo alguno, no produce perlas, en conclusión, las perlas son como “heridas curadas”.
¿Alguna vez, Ud. se ha sentido herido por algo o por alguien? ¿Tal vez, ha puesto su confianza en alguien que le engañaba? ¿Ha sido acusado de haber dicho o hecho alguna cosa que no dijo o nunca hizo? ¿Ha sentido en algún momento que sus sueños se desmoronaron? ¿Ha sufrido los duros golpes del prejuicio de los demás? ¿Ha percibido la indiferencia o de algún modo se ha sentido perjudicado injustamente por alguien?
Si alguna vez le tocó vivir alguna de esas experiencias, entonces, produzca una perla. Cubra sus aflicciones (magulladuras) con muchas capas de amor benevolente (misericordia). Infelizmente son pocas las personas que se interesan por este tipo de reacción. La mayoría aprende apenas a cultivar resentimientos, dejando como consecuencia heridas abiertas, alimentándolas con varios tipos de sentimientos diversos y por supuesto no permitiendo que dichas heridas cicatricen.
Cuando aplicamos este ejemplo en la vida diaria vemos que muchos seres humanos existen como si fueran “ostras vacías”. No porque no hayan sufrido heridas, sino porque no han sabido sobrepasarlas o convertirlas en fuente de avance y crecimiento para su propia revolución humana. La incapacidad de comprender y transformar un dolor en misericordia, con seguridad sólo producirá, mayor sufrimiento a la propia persona.
Cuando somos capaces de aprender de las ostras podremos comprender que el haber “sufrido” por algo o alguien nos permitirán construir una formidable “perla” en nuestra propia vida. En lugar de apartarnos o “enconcharnos” en nuestro propio sufrimiento, creando y manipulando mayores resentimientos podríamos “recubrir” (crear capas de valor) con nuestras acciones misericordiosas y de esta manera el efecto será que nos convertiremos en mejores seres humanos. No significa convertirse en “manipuladores del dolor”, es más bien aceptar las cosas (buenas y malas) y convertirlas como el inicio de un proceso que nos producirá beneficios si lo asumimos adecuadamente mediante una práctica (daimoku) valiente y persistente.
Y comentando sobre hacer daimoku Julio China (*) dice lo siguiente: “Desde mi encuentro con Ikeda Sensei en el 2002 me he desafiado para entonar dos horas diarias. Aprendí algo muy particular, entendí que si hacemos tan solo cinco minutos de Daimoku, nuestra vida reaccionará acorde con esos cinco minutos. Obviamente si hacemos más, resonará de acuerdo con la magnitud de ese desafío. Comprendí también que por la inducción de nuestra propia cultura, no comprendemos que normalmente la dimensión de nuestras acciones raramente esta en concordancia con nuestros deseos u objetivos. Por eso uno se demora en concretar los resultados”.
Volviendo al tema principal, aunque reflexionemos acerca de que las “causas de nuestro karma” las cuales nos conducen a manifestar los efectos en esta existencia, el propio Nichiren Daishonin nos exhorta a desarrollar el coraje de enfrentar y vencer esa “retribución kármica”, diciendo:

“El hierro, cuando es forjado entre las llamas, se convierte en una excelente espada. Los insultos ponen a prueba a los sabios y venerables. Mi actual exilio no se debe a ningún crimen secular; su único propósito es que yo pueda expiar en esta existencia mis graves faltas pasadas y que, en la próxima, me encuentre liberado de los tres malos caminos.”

Al comentar el anterior párrafo el Presidente Ikeda expresó: “El hierro, cuando es forjado entre las llamas, se convierte en una excelente espada”. Este es el tema que mejor sintetiza la transformación del karma, según la explica el budismo de Nichiren. El hierro, para llegar a ser una espada, necesita ser sometido a un duro proceso; de la misma manera, el propósito de la fe y de la religión es permitirnos “forjar” nuestra vida.
No nos centramos en el karma sólo para saldar nuestra “deuda kármica” y cerrar el balance en cero. Nuestro objetivo es convertir nuestra “cuenta negativa” en un gran “saldo positivo”. Este el principio de la transformación kármica para el budismo de Nichiren Daishonin. Y lo que hace posible este cambio es la naturaleza de Buda que existe en la vida de todas las personas. El desafío de transformar el karma está respaldado por nuestra firme convicción en la Budeidad inherente a la vida humana. Las grandes dificultades nos dan la oportunidad de forjar y de templar nuestra existencia. El momento de profundizar y engrandecer nuestro humanismo al máximo es cuando la realidad se torna más dolorosa.
Para resumir su actitud hacia el exilio en Sado, que fue la peor persecución que debió soportar, basta con leer lo que él mismo afirma [en “La apertura de los ojos”]: “Declararé lo siguiente. Que los dioses me abandonen. Que todas las persecuciones se abatan sobre mí. Así y todo, daré mi vida por la Ley”. Afirma que aunque lo priven de todo, aunque hasta el cielo lo abandone, él seguirá avanzando serenamente por el camino de sus convicciones. Nada puede vulnerar a la persona que se pone de pie con esta resolución. La fe es lo que nos permite arribar a una vida de semejante fortaleza.
Desde esta perspectiva, las grandes dificultades representan una oportunidad única de expiar nuestras faltas pasadas. Y en el proceso, nos brindan la posibilidad de que desarrollemos el supremo estado de la Budeidad. Y sin duda el logro de la Budeidad es convertir nuestra vida en una hermosa “perla” que contribuya a que otros también la construyan en su propia vida. ¿No les parece?

Luis Del Alcázar La Rosa

Caracas, 31 de enero, 2006

Fuentes: “Temas para comentar...”(3)
Grupo Alborada BSGI. Cláudio Roman Martucci. Julio China es responsable de una Coordinaduría General en la BSGI.
Los Escritos de Nichiren Daishonin, (WND) Pág. 303

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