16.1.05

Desde la Paz Interior a la "Ecopaz"

Por el doctor Yoichi Kawada, director del Instituto de Filosofía Oriental, brindó durante la Conferencia Interdisciplinaria sobre la Evolución del Orden Mundial, que se realizó entre el 6 y el 8 de junio de 1997, en Toronto, Canadá.

Las llamas de la ilusión engañosa.

El propósito de este artículo es ofrecer la perspectiva que el Budismo posee sobre la paz. Me gustaría analizar tres dimensiones que la paz puede abarcar y la manera en que la comprensión de la paz desde la perspectiva budista puede contribuir a su logro. Esas tres dimensiones son la paz interior, en la comunidad y la paz ecológica o la relación de paz con la Tierra.

Quisiera comenzar describiendo una prédica de Shakyamuni, que transmite su visión esencial sobre la naturaleza y la causa del sufrimiento. Shakyamuni ascendía a la cima de una montaña junto a sus nuevos discípulos. Mirando el panorama que se extendía bajo sus pies, dijo: No hay duda de que este mundo se está consumiendo con toda clase de fuegos: el de la codicia, el odio, la estupidez, la vanidad, las enfermedades degradantes y la muerte; el fuego del dolor, los lamentos, el sufrimiento y la agonía.Lo que intentaba transmitir era su comprensión de que el mundo fenoménico que habitamos está envuelto en las llamas del sufrimiento que se originan en los deseos engañosos. Las llamas de la codicia, el odio, la estupidez, la fatuidad y el egoísmo que afectan el corazón de la gente que son la causa fundamental del sufrimiento del hombre. Por lo tanto, Shakyamuni nos urge, en primer término, a adquirir una clara comprensión de la causa fundamental del sufrimiento.

El impulso ilusorio de la codicia señala un deseo y apego descontrolados por las comodidades materiales, la riqueza, el poder o la fama. Las ansias por esa clase de posesiones crecen y se multiplican sin cesar, y, puesto que su consecución no brinda felicidad duradera, la persona que se aferra a ellas está condenada al interminable tormento de la frustración.El impulso maligno del odio implica emociones como el resentimiento, la furia y la envidia, que se desencadenan cuando nuestros deseos egocéntricos se ven frustrados. A menos que se controlen, tales sentimientos alcanzan las proporciones de la destrucción y la violencia. Para decirlo sencillamente, el odio es la violencia que se genera a partir de una visión egocéntrica de la vida. Ignorancia se refiere al desconocimiento deliberado acerca de la realidad de la vida y el cosmos. Es lo que genera la discordia y la rebelión contra los principios que lo gobiernan.

La sabiduría que ilumina y revela la verdadera naturaleza del universo se conoce como iluminación, en tanto la ignorancia deliberada se conoce como oscuridad fundamental, porque nubla y oscurece la luz para observar la verdadera naturaleza de las cosas. De todos los impulsos engañosos, el Budismo considera que la ignorancia es el fundamental. Budismo define la codicia, el odio y la ignorancia como venenos inherentes a la vida; a veces, los denomina los tres venenos. Lo que Shakyamuni enseñó a sus discípulos en su prédica fue que las llamas de esos tres venenos y de todos los impulsos engañosos se originan en el interior de la vida humana y surgen con una violencia que afecta a las familias, los grupos étni­cos, las naciones y a toda la humanidad. Podemos comprobar que eso sucede en el mundo de hoy, cuando el impacto de la codicia descontrolada trasciende al individuo y crea profundas diferencias entre grupos económicos y étnicos, y entre países, en el ámbito global.

La avaricia de las naciones industrializadas ha despojado a la gente de las naciones en vías de desarrollo de las condiciones que les permiten satisfacer sus necesidades básicas. La codicia de la raza humana está vulnerando el derecho que otros seres tienen a la existencia misma.La violencia se halla en todas partes: en las familias, el entorno educativo y la comunidad en general. El odio profundo, que se remonta al pasado distante, engendra severos conflictos étnicos y raciales. En algunos casos, el rencor histórico está ligado a causas religiosas o problemas de identidad, y encuentran expresión en el terror y la muerte indiscriminados.La ignorancia deliberada sobre la verdadera naturaleza de la existencia significa un estado de rebelión y de negación respecto de los principios básicos de la vida y el cosmos. Por sus características, esa ignorancia distorsiona la existencia en todos sus aspectos: desde el modo de vida de cada individuo, hasta los valores étnicos y nacionales.

En otras palabras, se encuentra en todos los sistemas de valores, formas de vida y perspectivas de la naturaleza que entrañan en profundo conflicto con los mismísimos principios que sustentan la existencia, y que son, en definitiva, los que gobiernan el funcionamiento del cosmos viviente.Al compartir su comprensión esclarecida con los demás, Shakyamuni quiso ayudarlos a minimizar los efectos destructivos de los impulsos engañosos y transformarlos en ímpetu para la felicidad. Un corazón tranquilo En India, el equivalente de paz es santi, que significa el estado más elevado de tranquilidad interior; también significa la condición iluminada lograda por Shakyamuni, a la que a veces se denomina nirvana.Una escritura budista describe así el estado de paz interior: La tranquilidad de espíritu se logra una vez que se han superado la avaricia, el odio y la ignorancia.Tal como lo ilustra este pasaje, el sentido budista de la paz implica el acto fundamental de superar los impulsos negativos o venenos interiores. Controlar tales impulsos, sin embargo, no implica lograr un ámbito interno estático y privado; por el contrario, representa una actitud intensamente dinámica, expansiva y evolutiva por naturaleza.

En el siglo XIII, el budista japonés Nichiren expresó lo siguiente: Al incendiar el bosque de los impulsos negativos e ilusorios, mantenemos la llama de la sabiduría iluminada. En otras palabras, a través de la práctica espiritual, la energía inherente a los impulsos más destructivos puede transformarse en la llama iluminada de la sabiduría. De esa manera, pueden neutralizarse los tres venenos, para que nunca nos provoquen confusión ni nos lleven a conductas extrañas y perniciosas.

Por todo lo expresado, el dominio de los instintos negativos se conoce como tranquilidad interior.En esa condición, la luz de la sabiduría iluminada brilla sin que las nubes de los impulsos perniciosos la obstaculicen.Si se analizan las enseñanzas budistas, desde las escrituras más antiguas, hasta las tradiciones Mahayana que se sucedieron en el tiempo, se puede comprender que el corazón de la iluminación de Shakyamuni fue su despertar a la Ley del origen dependiente. La esencia de este concepto, que ha sido expresada de varias maneras y analizada con gran profundidad y detalle en el Budismo Mahayana, es la interdependencia entre los seres vivientes y todos los fenómenos, sin excepción. Podemos comprender entonces que todo lo que ocurre y existe solo es posible a través de su interrelación con todos los demás fenómenos, y que la trama de relaciones es de una extensión infinita, tanto desde el punto de vista espacial como temporal.Esa es la base teórica del principio de la coexistencia, tan importante dentro del pensamiento budista.Cada ser humano existe dentro del contexto de las interrelaciones que incluyen a los demás seres humanos, los seres vivientes y el entorno natural.

En otras palabras, cada persona está sostenida por la red interdependiente de la vida. Cuando tomamos conciencia de ese principio, podemos expandir el amor hacia nosotros mismos para abarcar a otros en un amor altruista; somos capaces de cultivar el espíritu de tolerancia y empatía por los demás.La doctrina del origen interdependiente sirve de fundamento teórico para la paz. En términos de acción concreta, se revela como la práctica de la misericordia. En el Budismo, la misericordia implica mantener constantemente una conexión empática con los otros, compartir su sufrimiento e infelicidad, y esforzarse junto a ellos para vencer a los impulsos engañosos que constituyen la raíz del sufrimiento, con el fin de transformarlos en felicidad, beneficio y alegría.Son esos impulsos destructivos los que conducen al ser humano a actuar en contra de la ley del origen dependiente.

La ignorancia es la fuerza negativa más poderosa, precisamente, porque impide que las personas comprendan la realidad del origen dependiente, la inevitable ley que nos involucra e incluye a todos los seres humanos.La ignorancia es el origen de la codicia, que empuja a la gente a satisfacer sus deseos, aun a costa del sufrimiento de los demás. También lleva a la furia descontrolada, a través de la cual se intenta aniquilar una situación en la que los deseos egoístas se frustran. Es por esa razón que los impulsos dañinos surgidos de la ignorancia son sinónimo de un egocentrismo fundamental. Se trata de un egocentrismo ciego y, a la larga, autodestructivo, porque lesiona severamente la trama de la vida que sostiene nuestra existencia.El estado espiritual de quien lucha constantemente para trascender ese egoísmo básico es de paz interna y de tranquilidad. El corazón de esa persona se enciende con la sabiduría del origen dependiente y rebosa de espíritu misericordioso.

Las cinco impurezas
La principal contribución a la paz que brinda el Budismo radica en la lucha contra los impulsos distorsionados e ilusorios que, enraizados en las profundidades de la vida de cada individuo, causan enorme sufrimiento y destrucción al conjunto de la sociedad. En el Sutra del Loto de Shakyamuni, los efectos destructivos de esos impulsos se describen como impurezas y se los clasifica en cinco categorías, desde la más intima y personal, hasta la que corrompe toda una época. Estas son las impurezas del deseo, del pensamiento, de las personas, de la vida misma y de la época.Tien-tai, filósofo budista de la China del siglo VI, se refirió a las cinco impurezas de la siguiente manera: Las más cruciales de las cinco impurezas son las del pensamiento y las del deseo, que llevan indefectiblemente a las impurezas de las personas y de la vida. Estas, a su vez, generan las impurezas de la época.La categoría de las impurezas del deseo define los impulsos engañosos como los tres venenos. Las impurezas del pensamiento aluden a un apego excesivo e irracional a ideas específicas o ideologías.

De acuerdo con Tien-tai, las impurezas del pensamiento y del deseo son fundamentales por el impacto que generan en el individuo; son las que precipitan el caos y la desintegración de la familia, las naciones y los estados. De generación en generación, provocan la degradación de la vida, instilando odios históricos y violencia entre los diferentes pueblos, grupos étnicos y países. Esas fuerzas, finalmente, extienden su influencia hacia toda la civilización de una época, lo que produce, como resultado, las impurezas de la época.La civilización moderna manifiesta, cada vez más, aspectos de lo que el Budismo denomina impurezas de la época. Las señales más claras son el materialismo creciente, el afán de dominio desmesurado, la explotación irracional de la naturaleza, y el consumo desaforado.

Desde el fin de la guerra fría, han estallado conflictos causados por la adhesión desmedida a las ideologías (impurezas del pensamiento). Sin embargo, la raíz de tales conflictos se encuentra en las pasiones irracio­nales que el Budismo clasifica como impurezas del deseo; de acuerdo con su perspectiva, estas están aun más profundamente ancladas en la vida de las personas y, por lo tanto, son más difícil de controlar.En un mundo donde los impulsos engañosos se manifiestan en la forma de los cinco venenos descriptos anteriormente, los creyentes budistas, creo, tienen la misión de contribuir al logro de la paz en todos los aspectos. En otras palabras, no deberíamos darnos por satisfechos con nuestra propia paz interior, sino que tendríamos que ampliar nuestro horizonte y nuestro esfuerzo para lograr la abolición de la guerra -establecer la paz para toda la comunidad humana-, para alcanzar un verdadero desarrollo sustentable y concretar la coexistencia armoniosa con el entorno natural.

El camino del Bodhisattva en el mundo moderno
Quisiera ahora analizar cómo la práctica del bodhisattva y de la acción misericordiosa, basadas en una comprensión budista de la vida, pueden contribuir al logro de la paz en esas tres dimensiones: la interior, la social y con el ecosistema.En primer lugar, voy a considerar la dimensión de la paz interior o serenidad del espíritu y de la mente. Según el Budismo, un bodhisattva es aquel que lleva a cabo acciones altruistas y busca contribuir con la sociedad manifestando cabalmente las cualidades de la sabiduría y de la misericordia. Un bodhisattva se esfuerza primero por transformar su propia vida; el centro de su lucha es la realidad de la existencia misma y el esfuerzo constante que realiza para aliviar el sufrimiento de la gente. De esa manera, el bodhisattva pone su empeño en generar alegría para sí y para los demás.La práctica del bodhisattva se expresa en términos contemporáneos como revolución humana.

El estado interior de quien lucha por lograr la revolución humana es de tranquilidad espiritual; la condición de serenidad expuesta por el Budismo es una condición dinámica de misericordia y de sabiduría.La razón de ser de la Soka Gakkai Internacional (SGI) es contribuir a la práctica de la misericordia en medio de las realidades de la vida cotidiana, brindando un ambiente de cooperación espiritual, sostén y apoyo. De esa manera, la SGI busca establecer la práctica del bodhisattva en el mundo contemporáneo.Si bien la SGI desarrolla numerosas actividades, las más importantes de todas son las reuniones de diálogo que se llevan a cabo en cada comunidad.

En una sociedad donde el egoísmo sin límites ha causado profundas heridas en el corazón del hombre, donde la humanidad se está olvidando del arte de convivir con la naturaleza, esas pequeñas reuniones de personas de todas las edades, razas, intereses y entornos ofrecen un ambiente adecuado para un intercambio rico y refrescante. En un mundo afligido por la desertización social, tales encuentros hacen las veces de oasis para las personas.En definitiva, los seres humanos son los únicos que pueden accionar por la realización de los grandes objetivos del mundo: la paz y la prosperidad de la sociedad.

Como organización, la SGI se ha centrado en la gente y en el movimiento por la revolución humana mediante la práctica del bodhisattva. Como creyentes budistas, nos esforzamos por construir la paz interior en la vida cotidiana y, al mismo tiempo, por contribuir a la concreción de la paz de nuestro planeta, capacitando a cada persona para que desarrolle al máximo sus virtudes únicas.En segundo lugar, en relación con la paz social o la paz dentro de la comunidad, las actividades culturales y educativas que realiza la SGI sustentan una serie de medidas políticas y económicas que se proponen en ámbitos diversos y colaboran para lograr que se hagan efectivas. Tales medidas incluyen la abolición de las armas nucleares y la reducción de la brecha económica entre países ricos y pobres.Además, el conjunto de los miembros de la SGI impulsa la consecución de ideales como seguridad y desarrollo, en relación con las actividades de las Naciones Unidas.

El objetivo es despertar una clara conciencia de que el ser humano debe ser el centro primordial en cualquier consideración sobre seguridad y desarrollo.En relación con estos dos temas fundamentales, el Budismo expone el principio de la no violencia y nos insta a lograr una transformación fundamental en nuestra forma de vivir. Específicamente, eso implica modificar un estilo de vida dominado por el apego a las posesiones materiales y establecer otro centrado en valores espirituales y existenciales. Al mismo tiempo, también significa vivir de manera solidaria y altruista, y estar dispuestos a realizar todos los esfuerzos necesarios para asegurar que los ciudadanos de los países en vías de desarrollo puedan satisfacer sus necesidades básicas.

Con respecto a los derechos humanos, el Budismo reconoce la existencia de una condición de vida suprema -la Budeidad- en todas las personas y hace hincapié en que la totalidad de la familia humana, sin distinción, es capaz de manifestar sabiduría y misericordia ilimitadas. La contribución sin par del Budismo a la resolución de los conflictos de raíz cultural se relaciona con la enseñanza del origen dependiente y con la empatía y tolerancia que surgen de esa visión cósmica.Como ya se mencionó anteriormente, ese principio establece que todas las cosas y todos los fenómenos son interdependientes; la totalidad de lo que existe manifiesta el principio ordenador del cosmos; cada fenómeno, mediante su manera propia y única. Puesto que, tal como considera el Budismo, los impulsos engañosos son los que impiden que los seres humanos vean la realidad, sería óptimo que cada tradición religiosa entablara su propia lucha contra los tres venenos, y, al mismo tiempo, cooperara con la consecución de metas específicas. Tal es la comprensión budista del pluralismo cultural y de la tolerancia religiosa.

En cuanto a la tercera dimensión, la paz con el ecosistema, el Budismo siempre ha puesto el acento en una coexistencia creativa con la naturaleza. La misericordia de Shakyamuni no se limitaba al género humano; abarcaba a todo ser viviente. Las bases filosóficas para el desarrollo sustentable pueden encontrarse en esa suerte de simbiosis con el resto del mundo natural. Una visión filosófica así respalda un modo de vida que está en verdadera armonía con el ecosistema.Para resolver los desafíos globales que afronta la humanidad, las medidas políticas, económicas y científicas deben ir de la mano con la reforma de la condición humana.

Tenemos que establecer una estilo de vida que garantice la conservación de la energía, la posibilidad de reciclar los recursos y la consecución de valores espirituales.Tendríamos que cultivar, como nuestro objetivo supremo, una conciencia compartida acerca de nuestra condición humana común y una profunda solidaridad con el organismo vivo que es la Tierra. Mientras avanzamos hacia esa conciencia, debemos desarrollar adecuadamente nuestra sabiduría para orientar las vertiginosas áreas de la ingeniería genética y de las otras ciencias humanas hacia fines benéficos. En ese sentido, creo que las perspectivas religiosas y éticas pueden y deben hacer una importante contribución.Tengo la convicción de que un enfoque budista de la paz tiene una importante base común con otras tradiciones. Espero, sinceramente, que los círculos de amistad y de comprensión, basados en el diálogo, el intercambio y la cooperación, continúen expandiéndose sin cesar.