30.11.06

Orientación a los miembros de Venezuela Dic 03 del 2006

Para que la humanidad transforme su destino
debe caminar por el humanismo del camino del medio

Dentro de pocos días se realizarán las elecciones presidenciales y la situación actual no podría ser la más propicia para mostrar con acciones qué significa ser un budista. El presidente Ikeda dice: “La fe equivale a la vida cotidiana. Y el budismo se manifiesta en la sociedad. Por eso son tan importantes nuestra conducta y nuestro serio esfuerzo día a día. El Daimoku es el combustible que alimenta ese proceso de esfuerzo denodado”.

Los miembros de la Dirección General queremos compartir con todos Uds. algunas orientaciones que consideramos claves y oportunas que nos podrán, en algunos casos, esclarecer puntos, mientras que en otros, nos pueden servir de aliento.

En esta “época de conflictos”, impregnada por los tres venenos, mantener la convicción de que cada persona es un buda y esforzarse por propagar el budismo es, sin lugar a dudas, un desafío de extrema dificultad. Pero esa es nuestra misión, “establecer la enseñanza correcta” para la “pacificación de la tierra”, tal como está establecido en el Rissho Ankoku Ron. El Daishonin indica en este tratado que para concretar el principio de “establecer la enseñanza correcta para la pacificación de la tierra” se deben  modificar los principios que uno alberga en el corazón.

Construir una sociedad realmente pacífica sólo es posible cuando su funcionamiento va acorde al bien fundamental. Para ello, la comunidad, en general, debe funcionar basada en el espíritu del humanismo del camino del medio. En el nivel social, “establecer la enseñanza correcta” significa establecer como base del funcionamiento social los principios de la dignidad humana y del respeto supremo a la vida. Para lograr esto debemos emprender, antes que nada, una “odisea espiritual”, no exenta de angustia y de conflictos internos, de reflexión y de renovación en el nivel más profundo de nuestro ser.

El presidente Ikeda en su Propuesta de Paz 2002 establece: “Las diferentes corrientes de pensamiento de la sociedad tienden a ser, por lo general, restrictivas y exclusivistas. Por ejemplo, el materialismo rechaza el espiritualismo y viceversa. En general, todos los sistemas de pensamiento tienden a imponer al individuo y a la sociedad modelos que consideran ideales. Los patrones ideológicos de pensamiento siempre entrañan cierto grado de categorización rígida. Sin embargo, la filosofía budista no impone uniformidad. Por el contrario, trata de comprender las condiciones de la época y, a partir de allí, extrapolar las mejores opciones”.

Esto no debe confundirse con un amoldamiento sin rigor ni principios, y mucho menos seguir la corriente. Estamos hablando del Camino del Medio: no intentamos mejorar a los individuos ni a la sociedad imponiéndoles modelos o ideales preexistentes… el rasgo distintivo de nuestra filosofía es que podemos abarcar entidades distintas y aun contradictorias y extraer de todas ellas sus potenciales positivos inherentes.

Debemos transformar, desde sus bases, las estructuras sociales que ponen en peligro la dignidad humana. Es una lucha sin cuartel contra el mal. Ku de kudoku (beneficio) significa extinguir el mal y doku significa extraer el bien. Por lo tanto, un aspecto del beneficio yace en eliminar las manifestaciones del mal. No hay beneficio más fundamental que erradicar las impurezas de nuestra vida y forjar un estado de vida puro. No podemos lograr la felicidad verdadera sin erradicar las impurezas y las tendencias negativas y destructivas que existen dentro de nosotros. Por eso, debemos luchar contra el mal y contra aquello que resulte destructivo. Pero cuidado, no caigamos en la tentación de poner el mal de un lado y el bien del otro. Las manifestaciones externas de estos dos términos son relativas y transmutables. Sólo parecen absolutas e inmutables cuando el corazón humano se vuelve esclavo de las palabras y de los conceptos abstractos. Desde la perspectiva budista, lo que experimentamos como bien o mal no es algo fijo, sino que depende de nuestras actitudes y reacciones. El bien y el mal no son entidades invariables; el bien contiene el mal dentro de sí y lo mismo sucede a la inversa. Esta enseñanza ha sido expresada en la teoría de los 10 mundos.

El budismo enseña que es peligroso buscar la plenitud sólo en el campo de los fenómenos transitorios, circunstancias frágiles sujetas al cambio por definición, porque uno se hace vulnerable y dependiente.

Cuando se habla de libertad en el ámbito budista, se refiere a aquel sentimiento que experimentamos cuando percibimos con toda nuestra vida que estamos unidos con lo eterno, que somos uno con la Ley del universo y frente a esta toma de conciencia no hay circunstancia alguna que pueda amenazar fundamentalmente nuestra seguridad.

Una de las características del budismo es su capacidad de abarcar entidades contradictorias y de extraer el potencial positivo que cada uno posee. En otras palabras, imponer a la gente una alternativa binaria y obligarla a optar entre términos aparentemente contradictorios, fomenta la discriminación allí donde no debería de haberla en absoluto.

La doctrina del origen dependiente sirve de fundamento teórico para la paz ya que postula la convivencia de todo lo que existe en el universo a través de relaciones interdependientes. Si el orden esencial es la interrelación, entonces separarse de las personas nos causa angustia.

Puede que culpemos a alguien de nuestra propia infelicidad, pero en realidad lo que determina y perpetúa nuestra infelicidad es nuestra reacción de cortar lazos, rehusarnos al diálogo, odiar, sentir celos, albergar resentimientos, etc. Esa es la labor de la oscuridad fundamental.  

Debemos comprender que aun aquello que nos genera aversión tiene cualidades que pueden contribuir a nuestra vida; aun aquello que nos desagrada representa una oportunidad para desarrollar nuestro humanismo. Esto es lo que se conoce como tolerancia activa, debemos fomentar la empatía hacia los demás y el aprecio por la diversidad  

Para modificar el curso de la historia humana hará falta que cada individuo tome una profunda determinación interior, una auténtica decisión existencial de ir en busca de su humanismo inherente y transformar su vida de raíz. La clave yace en el corazón humano, en la oración de las personas por el orden y la tranquilidad de la sociedad y en que cada uno establezca una sólida identidad mediante el proceso de la Revolución Humana.