14.1.07

De la paz interior a la Paz Mundial. Una perspectiva budista

De la paz interior a la paz mundial: Una perspectiva budista
Yoichi Kawada, director del Instituto de Filosofía Oriental, Soka Gakkai InternacionalPublicado en World Order for a New Millennium por St. Martin Press, Nueva York 
Las llamas de la ilusión
El propósito de este capítulo es ofrecer una perspectiva budista sobre el tema de la paz. Quisiera discutir tres dimensiones de la paz y las contribuciones que podría hacer una comprensión budista para su logro. Estas son la paz interior; la paz en la comunidad de la humanidad; y la paz ecológica o la paz con la Tierra. Primero, tenemos que entender cuáles son las causas fundamentales de la ausencia o presencia de la paz.
En un sermón pronunciado por Shakyamuni, el fundador del Budismo, él transmitió su visión esencial sobre la naturaleza y la causa de los sufrimientos. En esa ocasión, Shakyamuni ascendió a la cima de una montaña junto con sus discípulos recientemente convertidos. Mirando el panorama que tenía por debajo, Shakyamuni comenzó a exponer: "En verdad, este mundo está ardiendo con muchos y muy diversos fuegos. Hay fuegos de avaricia, fuegos de odio, fuegos de estupidez, fuegos de encaprichamiento y egoísmo, fuegos de decrepitud, enfermedad y muerte, fuegos de pena y lamentación, sufrimiento y dolor".
Lo que él estaba tratando de transmitir era su comprensión de que el mundo fenoménico que habitamos estaba envuelto en los "fuegos" de los sufrimientos que se originan en los impulsos ilusorios. Estos fuegos de la avaricia, el odio y la ignorancia, ardiendo violentamente en los corazones de la gente, representan la causa básica de los padecimientos de la existencia humana. Por consiguiente, Shakyamuni nos insta, primero y principalmente, a alcanzar un claro entendimiento de la causa fundamental de los sufrimientos.
Aquí, el impulso ilusorio de la "avaricia" indica el descontrolado deseo y apego por las comodidades materiales, por la riqueza, el poder o la fama. Los deseos de este tipo crecen y se multiplican sin cesar, y dado que su satisfacción no origina una felicidad verdadera y perdurable, una persona atrapada en sus garras está condenada a un interminable tormento y frustración.
El impulso ilusorio del "odio" describe emociones tales como el resentimiento, la ira y la envidia, que son provocadas cuando nuestros deseos egoístas no se realizan. A menos que sean controlados, éstos deseos se intensifican en diversas formas de destrucción y violencia. Dicho simplemente, el impulso ilusorio del odio es la violencia que surge de una visión egocéntrica de la vida.
La "ignorancia" se refiere a un obstinado desconocimiento de la realidad, o de la verdadera naturaleza de la vida y el cosmos. De esta manera, es este impulso ilusorio el que genera la discordia y la rebelión contra los principios que gobiernan el funcionamiento del cosmos. La sabiduría que ilumina y revela la verdadera naturaleza del cosmos es conocida como "iluminación", mientras que esta clase de ignorancia obstinada es conocida como "oscuridad fundamental" porque nubla y oscurece la luz con la que podemos ver las cosas en su verdadera naturaleza. De todos los impulsos ilusorios, el Budismo considera la ignorancia como el más fundamental.
El Budismo aprecia estos impulsos -avaricia, odio e ignorancia- como venenos inherentes a la vida; juntos, son a veces mencionados como los "tres venenos". Lo que Shakyamuni buscaba enseñarle a sus discípulos en su sermón es que las llamas de los tres venenos y de todos los impulsos ilusorios se originan en la vida interior de las personas y son lanzadas para envolver a las familias, los grupos étnicos, las naciones y finalmente a toda la humanidad.
Esto lo podemos apreciar en el mundo actual, donde el impacto de la avaricia descontrolada va más allá del nivel individual; crea desigualdades económicas entre los grupos raciales y étnicos, y entre los países en una escala global. La avaricia de las naciones industrializadas ha privado a los pueblos de los países en vías de desarrollo de las condiciones por las cuales se puedan satisfacer sus necesidades básicas. Y la avaricia de la raza humana está socavando el derecho a la existencia que tienen otros seres vivientes.
Es común encontrar violencia dentro de las familias, en las escuelas y en las comunidades locales. Profundos odios que se remontan a distantes eventos históricos dan lugar a conflictos étnicos y raciales insolubles. En algunos casos, esos odios históricos están estrechamente vinculados con causas o identidades religiosas, y encuentran expresión en el terror y la matanza al azar.
La ignorancia obstinada de la verdadera naturaleza de la existencia significa un estado de rebelión contra los principios básicos de la vida y el cosmos, y una negación de ellos. Como tal, distorsiona todos los aspectos de la vida, desde los estilos de vida hasta los valores familiares, éticos y nacionales. En otras palabras, esta clase de ignorancia obstinada puede ser encontrada en todos los sistemas de valores, formas de vida, y visiones de la naturaleza que lo ponen a uno en incontrolable conflicto con los principios mismos que apoyan su propia existencia, los principios que, fundamentalmente, gobiernan el funcionamiento del universo viviente.
Compartiendo su iluminada comprensión con los demás, Shakyamuni buscaba ayudar a las personas a minimizar los efectos destructivos de estos impulsos ilusorios y, en realidad, a transformarlos por un impulso hacia la felicidad.

Un corazón tranquilo
En la India, el equivalente de "paz" es "shanti", que significa el estado de tranquilidad interior. También alude a la iluminada condición que alcanzó Shakyamuni, y que a veces es referido como "nirvana". Con respecto al estado de paz interior, un texto budista lo describe como sigue: "La tranquilidad mental proviene de haber trascendido exitosamente la avaricia, el odio y la ignorancia". Como lo aclara este pasaje, el enfoque budista de la paz comienza del acto fundamental de superar estos impulsos ilusorios o venenos interiores. El estado de haber puesto bajo control estos impulsos, sin embargo, no es una paz interior estática y privada. Más bien, es ilimitadamente dinámica, expansiva y evolutiva en su naturaleza.
El budista japonés del siglo XIII, Nichiren, expresó esto con la siguiente imagen: "Quemando la leña de los impulsos ilusorios, contemplamos la llama de la sabiduría iluminada".O sea que, mediante la práctica espiritual, la energía inherente a nuestros impulsos ilusorios puede ser transformada en su totalidad por una "llama" esclarecedora de sabiduría iluminada. De este modo, los tres venenos pueden ser subyugados de modo que ya no produzcan confusión y trastorno; ellos ya no pueden conducirnos a actuar de una manera estrafalaria y destructiva.
En el estado de tranquilidad, la luz de la sabiduría iluminada brilla esplendorosamente, libre y sin ser obstaculizada por las nubes de los impulsos ilusorios. Si uno estudia las enseñanzas del Buda, desde las primeras escrituras hasta la tradición Mahayana posterior, puede ver que la esencia de la iluminación de Shakyamuni fue su despertar a la "ley del origen dependiente". Este concepto ha sido expresado de diversas maneras y fue desarrollado en gran profundidad y detalle en el Budismo Mahayana; su esencia es la interdependencia de todos los seres vivientes y, en verdad, de todos los fenómenos. El origen dependiente nos enseña que todas las cosas ocurren y existen sólo a través de su interrelación con todos los demás fenómenos y que esta estructura de relaciones es de un alcance infinito tanto temporal como espacialmente. Aquí está la base para el principio de la coexistencia de apoyo mutuo de todos los seres que es tan importante para el pensamiento budista.
Cada ser humano existe dentro del contexto de las interrelaciones que incluyen a otros seres humanos, todos los seres vivientes y el mundo natural. En otras palabras, cada persona es apoyada por la red interdependiente de la vida. Despertando a este principio podemos expandir el instintivo amor a sí mismo a un altruista amor por los demás; podemos alimentar el espíritu de tolerancia y la empatía por otros.
La doctrina del origen dependiente también brinda una base teórica para la paz. En los términos de la acción concreta, se manifiesta como la práctica de la misericordia. En el Budismo, la misericordia indica la práctica ética de mantener siempre un compromiso empático con los demás. Significa compartir sus sufrimientos e infelicidades, esforzándose a su lado para superar los impulsos ilusorios que son su causa principal, transformándolos en felicidad, beneficio y alegría.
La ignorancia es considerada fundamental entre estos impulsos ilusorios precisamente porque ciega a las personas a la realidad del origen dependiente, la inevitable y abarcadora interrelación dentro de la que vivimos. Esta ignorancia da lugar a la avaricia que conduce a las personas a buscar la realización de sus deseos aun a costa del sufrimiento de los demás. También conduce a la clase de ira incontrolada que busca la destrucción de una situación en la que los deseos se ven frustrados. Es por esta razón que el impulso ilusorio de la ignorancia es considerado como equivalente a un egocentrismo fundamental. Es un egocentrismo ciego y finalmente autodestructivo porque corta violentamente las hebras de la red de la vida que apoya nuestra propia existencia.
El estado mental de aquel que se esfuerza incesantemente por trascender este egocentrismo fundamental es el de una paz interior y tranquilidad. El corazón de esa persona se ilumina con la sabiduría del origen dependiente, y rebosa de espíritu de misericordia.

Las "cinco impurezas"
La contribución esencial del Budismo al tema de la paz se encuentra en la lucha contra los impulsos ilusorios que, enraizados en las profundidades de la vida interior de la persona, causan tanto sufrimiento y destrucción en la sociedad humana en general. En el Sutra del Loto de Shakyamuni, los efectos destructivos originados por los impulsos ilusorios son descritos como "impurezas", y clasificados en cinco etapas, desde la más interior y más personal hasta la que contamina toda una época o era. Estas son: las impurezas del deseo, del pensamiento, del pueblo, de la vida misma y de la época.
T'ien-t'ai, un filósofo budista activo en la China en el siglo VI, describió las cinco impurezas de la siguiente manera: "Las más fundamentales de estas cinco son las impurezas del pensamiento y del deseo, que resultan en las impurezas del pueblo y de la vida. Estos, a su vez, dan lugar a la impureza de la época". La "impureza del deseo" señala los impulsos ilusorios tales como los tres venenos en sí. La "impureza del pensamiento" se refiere a un apego excesivo e irracional a ideas o ideologías específicas. De acuerdo con T'ien-t'ai, las impurezas del pensamiento y del deseo son las más fundamentales y, a través de su impacto en las personas, originan el caos y trastornos en las familias, naciones y estados. Transmitidas de una generación a otra, estas impurezas ocasionan la "impureza de la vida", infundiendo el odio y la violencia histórica entre diferentes pueblos, grupos étnicos y naciones. Estas impurezas, finalmente, influyen en todas las personas que viven en esa era, resultando en la "impureza de la época".
La civilización moderna exhibe cada vez más los aspectos de lo que el Budismo llama la "impureza de la época". Las señales de esto incluyen el materialismo galopante, la implacable dominación y explotación de la naturaleza y el consumismo desenfrenado. Desde el término de la Guerra Fría, nuestro mundo ha venido teniendo muchos brotes de conflictos que emanan del apego a la ideología, es decir, la impureza del pensamiento. No obstante, las clases de conflictos que van empeorando están enraizadas en las pasiones irracionales, tales como el nacionalismo extremo, que el Budismo clasificaría como una "impureza del deseo". Se considera que estas están más profundamente enraizadas en la vida de las personas y, por consiguiente, son aún más difíciles de controlar.
En un mundo en el que los impulsos ilusorios lanzan la cortina de sus efectos negativos en la forma de las cinco impurezas antes descritas, los budistas tienen, creo yo, una misión particular para contribuir con la realización de la paz en todos los planos. En otras palabras, no debemos contentarnos con nuestra paz mental interior sino que tenemos que ampliar nuestros horizontes y extender nuestros esfuerzos para incluir la abolición de la guerra -es decir, la paz de la comunidad humana global- así como la paz con el mundo natural, a través de un desarrollo verdaderamente sostenible y una coexistencia armoniosa con el ecosistema global.

El camino del Bodhisattva en el mundo moderno
Quisiera ahora ampliar respecto a cómo la práctica del bodhisattva, la acción misericordiosa basada en la comprensión budista de la vida, puede contribuir con la realización de la paz en sus tres dimensiones (paz interior, comunitaria y ecológica).
Primero, consideremos la paz interior, o la tranquilidad espiritual y mental. En el Budismo, un bodhisattva es quien lleva a cabo acciones altruistas y busca contribuir con la sociedad humana manifestando plenamente las cualidades de la sabiduría y la misericordia. Un bodhisattva se esfuerza primero por transformar su propia vida; el escenario de este esfuerzo está en las realidades de la existencia humana y en el apoyo sostenido para aliviar los sufrimientos de las personas. De esta manera el bodhisattva se esmera por generar felicidad tanto para sí mismo como para los demás.
La práctica del bodhisattva ha sido expresada en términos contemporáneos como "revolución humana". El estado interior de quien lucha por la realización de la misma puede ser considerado como de tranquilidad espiritual; el estado de paz interior expuesto en el Budismo es una condición dinámica rebosante de sabiduría y misericordia.
La Soka Gakkai Internacional (SGI), una organización budista laica, existe para ayudar a la gente en la práctica de la misericordia en la vida cotidiana, brindándole un entorno de cooperación, sustento espiritual y apoyo. De esta manera, la SGI busca llevar la práctica del bodhisattva al mundo contemporáneo.
Entre las muy diversas actividades que realiza la SGI, las más fundamentales de todas son las reuniones de diálogo que se llevan a cabo enraizadas en las comunidades locales. En la sociedad actual, donde el egoísmo desmedido ha provocado profundos trastornos en el corazón humano, y donde la humanidad está perdiendo de vista el arte de la coexistencia con la naturaleza, estos pequeños cónclaves de personas de todas las edades, razas, intereses y antecedentes ofrecen un foro para un intercambio rico y refrescante. En un mundo afectado por la "desertificación social", estas reuniones sirven como un oasis humano.
Después de todo, solo los seres humanos individuales pueden esforzarse por la concreción de las grandes metas de la paz mundial y la prosperidad de la sociedad humana. Como una organización, la SGI se ha centrado consistentemente en las personas y en el movimiento por la revolución humana a través de la práctica del bodhisattva. Como budistas, procuramos establecer una condición de paz interior en la vida cotidiana y, al mismo tiempo, por contribuir con la realización de la paz del mundo que nos rodea, posibilitándole a cada uno desarrollar al máximo sus cualidades peculiares.
En segundo término, con respecto a la dimensión de la paz social, o la paz en la comunidad de la humanidad, las actividades culturales y educativas de la SGI apoyan una variedad de medidas políticas y económicas que están siendo propuestas en diversos foros, buscando dirigirlas hacia su implementación. Estas incluyen la abolición de las armas nucleares y la reducción de la desigualdad económica. Como parte de los continuos esfuerzos de la SGI para promover la educación pública respecto a estos y otros temas, hemos montado exposiciones internacionales que han sido apreciadas por millones de ciudadanos de todo el mundo. De manera similar, nuestros esfuerzos por brindar un apoyo humanitario concreto a los refugiados y los desplazados del mundo son de larga data.
En relación con las cuestiones de la seguridad y el desarrollo, el Budismo sostiene el principio de la no violencia y exige el cambio fundamental en nuestra forma de vida. En el nivel individual, esto significa una transformación de un modo de vida dominado por el apego a deseos materiales a uno centrado en valores espirituales y existenciales. Al mismo tiempo, también se refiere a un modo de vida misericordioso, de estar preparados para hacer los esfuerzos que se requieren para asegurar que los ciudadanos de los países en vías de desarrollo puedan satisfacer sus necesidades básicas. Con respecto a los derechos humanos, reconocemos la existencia de la condición de vida suprema -la de la Budeidad- en todas las personas y, por lo tanto, insistimos en que todos los miembros de la familia humana, sin distinción, son capaces de manifestar ese estado de ilimitada sabiduría y misericordia. La contribución peculiar del Budismo a la solución de los conflictos basados en la cultura está relacionada con la enseñanza del "origen dependiente" citado antes, y con la empatía y la tolerancia que derivan de esa cosmología.
Como se mencionó antes, la ley del origen dependiente describe la idea de que todas las cosas y fenómenos son interdependientes y todos manifiestan el principio ordenador del cosmos, cada uno en su peculiar manera. Dado que el Budismo considera los impulsos ilusorios como los que impiden que las personas vean claramente esta realidad, nosotros sentimos que la humanidad será mejor servida cuando la tradición religiosa se comprometa en su lucha característica contra los tres venenos del odio, la avaricia y la ignorancia, en tanto coopera hacia la solución de temas globales. Así es como ve el Budismo los conceptos clave del pluralismo cultural y la tolerancia religiosa.
Llegando a la tercera dimensión, "la paz con el ecosistema", la perspectiva budista sobre la naturaleza ha enfatizado siempre la coexistencia creativa con ella. La misericordia de Shakyamuni no se limitaba a la humanidad, sino que se extendía a todas las cosas vivientes. La base filosófica para el desarrollo sostenible se puede encontrar en esta clase de simbiosis creativa con el resto del mundo natural. Esa perspectiva filosófica apoyará la clase de estilo de vida que esté verdaderamente en armonía con el ecosistema. La SGI ha apoyado proyectos de forestación en el Amazonas y otros lugares. Las organizaciones locales de la SGI han estado comprometidas en una amplia gama de actividades para proteger el medio ambiente.
En la solución de los desafíos globales que confronta la humanidad, se debe buscar medidas políticas, económicas y científicas junto con la transformación de la conciencia humana. Debemos establecer un estilo de vida de conservación de la energía, el reciclaje de los recursos y la búsqueda de valores espirituales. Nuestra meta superior debe ser cultivar una conciencia compartida de nuestra común humanidad y de solidaridad con el organismo viviente que es la Tierra. Conforme avanzamos hacia esa conciencia, debemos desarrollar la sabiduría para dirigirnos apropiadamente hacia los fines benéficos de las ciencias de la vida, incluyendo el floreciente campo de la ingeniería genética. En esto, siento que la perspectiva de las tradiciones religiosas y éticas del mundo pueden y deben hacer una importante contribución.
Un enfoque budista para la paz, creo yo, ofrece un importante terreno común con otras tradiciones. La causa de una paz verdaderamente global y duradera se puede profundizar más efectivamente expandiendo incesantemente los círculos de amistad y entendimiento a través del diálogo, el intercambio y la cooperación.